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Miguel Cabrera, a 10 años de su debut (prensa)

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Ahora con Detroit, 10 años después, es uno de los mejores bateadores del béisbol.
Miguel Cabrera Marlins 843

Miguel Cabrera debutó con los Marlins en el 2003.

Miguel Cabrera era un súper prospecto de los Marlins de Florida en 2003. Con el Carolina Mudcats, sucursal Doble A de los peces, promediaba .365, con 10 cuadrangulares y 59 remolcadas en 69 compromisos, incluyendo uno que no pudo terminar ese 19 de junio.

“Recuerdo cuando me sacaron del juego. No sabía qué era lo que estaba pasando, pero después el mánager (Tracy Woodson) se me acercó y me dijo que iba a abrir al siguiente día en Grandes Ligas. Me sorprendió eso, porque no esperaba que me llamaran tan pronto”, recordó Cabrera. “Fue un grata sorpresa y fue un día que nunca voy a olvidar”.

Un día como hoy, hace una década, el aragüeño fue alineado como octavo bate y left field de un equipo que estaba en el cuarto lugar de la División Este de la Liga Nacional, con récord de 35-39, a 13 juegos de los Bravos de Atlanta.

Como era de esperar, para un joven que en ese entonces tenía 20 años, tenía una sensación de nervios y ansiedad, que confiesa aún no haber perdido.

“Uno lo sigue sintiendo todavía. Creo que eso es una gran parte del juego y uno tiene que aprender a controlar ese tipo de cosas”, dijo. “Cuando uno pisa el campo de juego, pareciera que a uno se le olvidan esas cosas, el nervio, la adrenalina, y es una sensación buena cuando sales al terreno a hacer el trabajo”.

Su primer turno en las mayores llegó en el tercer inning ante Rob Bell, abridor de las Mantarrayas de Tampa Bay. Le dio la bienvenida con ponche. Dos entradas más tarde, lo dominó con elevado por la derecha.

El relevista Jesús Colomé lo enfrentó en el séptimo acto, cuando lo obligó a batear para un doble play por la inicial.

En el noveno, ante Travis Harper, no pudo evitar que el juego siguiera 1-1 para ir a extrainnings tras fallar con un rolling por el lanzador.

“Solamente quería conectar mi primer hit, quería ayudar al equipo a ganar y no estaba agarrando la misma sensación (en el home). Quería hacer más de lo que estaba haciendo y las cosas no me estaban saliendo bien”, admitió. “Pero al final del juego, ya en extrainnings, me pude relajar más y producir para ganar el partido, que era lo más importante”.

El derecho Al Levine fue la víctima de su primer hit, un jonrón para dejar en el terreno a Tampa Bay que llegó después de un doble de Alex González.

“Recuerdo que Alex dio hit, pensaba que iba a tocar la bola y me dieron luz libre para batear”, contó. “Me tiraron recta y la pude conectar bien”.

El batazo, que desapareció por el center field, recorrió 419 pies en el Sun Life Stadium, iniciando de gran manera el resurgir de los Marlins, que encontraron en el criollo al jardinero izquierdo productivo que necesitaban, tras el fracaso de Todd Hollandsworth (.251), Brian Banks (.227) y Chad Allen (.208).

El maracayero demostró su poder desde que llegó a la gran carpa.

El maracayero demostró su poder desde que llegó a la gran carpa.

“Después de eso creo que pudimos jugar mejor y pudimos alcanzar hasta la Serie Mundial”, señaló el ahora slugger de los Tigres de Detroit, quien vivió la clasificación de los Marlins como wild card y su posterior coronación ante los Yankees de Nueva York.

Cabrera asegura que desde ese momento no se generaba mayores expectativas propias.

“Nunca he esperado nada. Siempre he tratado de ir año tras año, de ir juego a juego”, soltó. “Pienso que eso es lo que me ha ayudado a concentrarme en las cosas que he podido hacer. Nunca he pensado en números personales, siempre he pensado en que al pelotero lo van a reconocer por ganar campeonatos”.

Y a pesar de ser el único Triple Coronado en los últimos 45 años y de estar en camino a una segunda gesta consecutiva, algo jamás alcanzado en las mayores, rechaza la idea de ser considerado, 10 años después de su estreno, como el mejor bateador del béisbol.

“Yo no lo veo así. Son comentarios, cosas que la gente dice, pero nunca he visto eso así. Nadie es mejor que nadie”, enfatizó. “Pienso que cada quien tiene su habilidad y por eso juegas en Grandes Ligas”.

“Siempre trato de enfocarme en el trabajo que puedo hacer, pensar en el día a día, y ya las cosas que han pasado, han pasado”, agregó. “Le doy las gracias a Dios por todas esas cosas buenas que me han pasado en la pelota y bueno, a seguir trabajando para cosechar más triunfos para los Tigres de Detroit”.

Y, de mantenerse saludable, en la próxima década podría seguir sumando logros a una carrera que se encamina a terminar en Cooperstown.

Por: Augusto Cárdenas/Panorama

EL NACIONAL

Fue firmado como campocorto, ha jugado en tercera, jardín izquierdo y primera.

Fue firmado como campocorto, ha jugado en tercera, jardín izquierdo y primera.

La tarde del 20 de junio de 2003, Jack McKeon, el manager de los Marlins por ese entonces, hizo un cambio al escribir el lineup de su equipo en la pizarra del clubhouse de la izquierda, en el Dolphin Stadium de Miami.

Los peces atravesaban un mal momento. Tenían récord negativo después de 74 juegos, con cuatro bajo .500 en el este de la Liga Nacional.

Larry Beinfest, el gerente general de Florida, había decidido apelar a la granja. Por ello, esa tarde la alineación de McKeon presentaba una importante novedad.

Decía así: octavo bate, Miguel Cabrera, leftfield.

El bono más alto entregado por los acuáticos en América Latina, para la fecha el líder impulsor en la Liga Sureña, de clasificación doble A, estaba listo para hacer su debut en las mayores.

“Va a ser un notable grandeliga”, vaticinó Beinfest. “No hay ninguna duda, estaba demostrando en las menores cuán bueno puede ser. Va a ocupar una posición diferente a la esperada en el campo, pero eso funcionó (a los Cardenales) con Albert Pujols. No quiero comparar ni presionarlo, pero Miguel, con 20 años de edad, ya mostró todo lo que tenía que demostrar en doble A”.

Nunca ha estado más acertado el ejecutivo de los floridanos.

El novato se estrenó rápidamente. El primer batazo de la jornada fue un elevado de Julio Lugo a sus predios, que él tomó, para el primer out.

Fue firmado en 1999 como campocorto y fue convertido en antesalista un par de años después. Pero la certidumbre de que sería un gran bateador y esa autoridad que irradiaba desde adolescente, al estar en un diamante, eso nunca varió.

“La primera vez que vi jugar a Miguel me llamaron la atención sus herramientas”, recordó Miguel Ángel García, el scout que lo reclutó. “Pero lo que más me llamó la atención fue su actitud. Tenía los instintos. Era el líder en su equipo”.

La pila bautismal. El verdadero bautismo de Cabrera ocurrió aproximadamente 3 horas y 21 minutos después de capturar su primer fly en la gran carpa.

Se había ponchado en el tercer inning, había dado un elevado a la derecha en el quinto, bateó para dobleplay en el séptimo y la rodó por el pitcher en el noveno. Era un debut como cualquiera. Pero en el inning 11, frente a Al Levine, fue al plato con Alex González en segunda, un out y la posibilidad de dejar en el terreno a los Mantarrayas.

Esa noche, en ese turno, Cabrera sacudió su primer cuadrangular. Recorrió las bases con alborozo y fue recibido por sus nuevos compañeros con una fiesta en el plato.

“Estoy emocionado y feliz”, exclamó el aragüeño, ya en la cueva. “Desde el primer día pude ayudar a mi equipo. ¿Qué más puedo pedir?”.

Ahora con Detroit, 10 años después, es uno de los mejores bateadores del béisbol.

Ahora con Detroit, 10 años después, es uno de los mejores bateadores del béisbol.

Ha sido un recorrido intenso, a partir de entonces. Ha tenido altas y bajas, momentos de drama y una sucesión de éxitos que ya le augura votos para el Salón de la Fama.

Aquello fue el comienzo. Así lo prometió, hace exactamente 10 años: “Ya estoy aquí, pero quiero ser mejor. Sólo he completado una de mis metas”.

Cabrera tiene hoy 340 vuelacercas. A los 30 años de edad, ya ha dado 1902 hits, con 402 tubeyes y 1194 impulsadas.

Sólo otro pelotero en la historia de la gran carpa ha puesto esos números al sumar sus primeras 10 campañas. No lo hizo Lou Gehrig, ni Joe DiMaggio, ni Mickey Mantle. Tampoco Ted Williams o Willie Mays.

Únicamente Pujols. Y ahora Cabrera. Beinfest tenía razón.

Por: Ignacio Serrano

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