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Cabrera: «Quería darle esta alegría a Venezuela»

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Miguel Cabrera, campeón bate, de la Liga Americana.
"Me quité un peso de encima", dijo Cabrera quien dedicó su hazaña a sus hijos.

"Me quité un peso de encima", dijo Cabrera quien dedicó su hazaña a sus hijos.

Hasta último momento, Miguel Cabrera no podía creer que era el campeón bate de la Americana. Quizá por cábala o tal vez por un afán de privar los logros colectivos por encima de los personales, el maracayero, dijo: “Aún no sé si lo he ganado, vamos a esperar al día de mañana a ver qué es lo que es”, ripostó con el mismo tono de carácter fuerte que mantuvo durante toda la serie.Pero tras la robusta estampa del primera base y aunque por su facilidad para batear no lo parece, hay un ser humano que se emocionó cuando pensó en sus hijos y en lo que había logrado para ellos.

“De verdad me llenó de felicidad cuando escucho hablar de mis hijos. Este año tuve uno y eso es algo muy especial, porque a final de cuentas uno hace estas cosas, gana un título de bateo para ellos, para los hijos de uno que siempre lo recuerden bien”, dijo un Miguel visiblemente emocionado, con lagrimas en los ojos.

En ese momento comenzaron a aflorar las emociones de Miguel ante un momento especial como el que vivió. “Cuando crucé la primera base después del segundo hit sentí mucha tranquilidad, pensé en que era bueno dar un hitcito más para subir el average. Quería darle esta alegría a Venezuela que la merece y me quité un peso de encima”, espetó el criollo.

El batazo con el que Miguel llegó a promedio de .344 y oficializó su ingreso al club de campeones de bateo venezolano, fue un doble ante el relevista Shelley Duncan.

La pelota que fue a dar a la pradera izquierda fue pedida por Magglio Ordóñez, quien conoce perfectamente el valor de ese tipo de objetos. “Cuando yo gané la corona pedí todo y lo tengo guardado en mi casa. Esta vez pedí las dos pelotas que bateo Miguel, la primera me la quedé yo y la del segundo se la entregué a él”, dijo Magglio.

Miguel entró en estado de consciencia de lo que había logrado y le dio su justo valor, pero sabe que tiene que mirar al horizonte, al futuro. “Uno trabaja duro para lograr estas cosas, pero hay que seguir trabajando. Todavía me faltan muchas cosas por hacer”, dijo Miguel, quien a sus 28 años proyecta grandes cosas.

Ese futuro comienza mañana en Nueva York donde los Tigres deberán enfrentar a los Yanquis en el inicio de la Serie de División. Mientras tanto, ayer, sus amigos en los Tigres, su esposa Rosangela, Gregoria su madre y sus dos hijos, los mismos a quienes dedico el título, lo esperaban para celebrar.

Por: César Márquez/Líder

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