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Con ácido en la tinta

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Cuestión de identidad

Cubriendo la respectiva ruta mañanera en mi carro comienzo a sospechar si todavía vivo en Venezuela, los distintos automóviles que me rodean representan distintas naciones, pequeñas banderas sobresalen de las puertas, veo varias, Alemania, Argentina, España, Italia, Francia, Portugal y las más repetida, la de Brasil. Mientras espero el cambio de luz en el semáforo dudo una y otra vez sobre mi situación geográfica, ayer antes de acostarme a dormir estaba en Venezuela, veo el vidrio de mi carro y el tricolor con las ocho estrellas me recuerda que sigo aquí, en la tierra de Simón Bolívar.

Llegando a uno de mis tantos destinos diarios, un joven de unos 22 años lleva puesta la camiseta de Brasil pide en perfecto español y con un marcado acento maracucho el periódico del día; “Qué fue mijo cómo estáis mirá dame un Mi Diario ahí”. Otra duda surge, será que ese muchacho es hijo de inmigrantes brasileños. No quiero entrar en polémica y me hago de la vista gorda.

Prendo el carro y salgo a mi siguiente parada, un centro comercial ubicado en el centro de la ciudad, al entrar veo afiches y gigantografías de Cristiano Ronaldo, Wayne Rooney y Lionel Messi, vuelvo a dudar de donde estoy parado, en un kiosco veo que unos niños compran el álbum del mundial, visten las camisetas de Argentina y Portugal, pero uno le dice a otro: “Que molleja me faltan 29 tarjeticas y nada que me sale Messi”, “Mijo yo lo tengo pero te la cambio por todas las repetidas que tengáis”. No tiene acento argentino y mucho menos el otro le respondió en portugués.

Salgo de ahí y unos buhoneros pregonan su mercancía, “tenemos las camisetas de Brasil, papi estas son la nuevecitas, la que va a usar Kaká en el mundial pa´que sepáis, por sólo 60 bolos”. Detrás adornan el improvisado puesto otras camisetas pero no veo la vinotinto, le pregunto por la nuestra y tajantemente me responde; “no mijo esos no van pal mundial, pa´ que la voy a vender si se me abollan”.

Prendo el carro algo indignado y me dirijo a la última estación de mi ruta, mientras una camioneta “alemana” se me para al lado baja el vidrio para fumarse un cigarrito y el estruendoso sonido del vallenato inunda mis tímpanos. ¿Un alemán vallenatero? Creo que lo he visto todo.

Faltando poco menos de un mes para el Mundial, el cual disfrutaré porque soy amante del fútbol, empiezo a imaginarme la locura, lo que tendremos que hacer para poder ver los juegos mientras gambeteamos los apagones. ¿A dónde iremos? Pero me preocupa más la poca identidad del venezolano, el poco o nulo sentido de pertenencia.

La misma pregunta de los últimos tres mundiales vuelven a rondar mi cabeza. ¿Hasta cuándo vestiremos camisetas foráneas? ¿Hasta cuándo gritaremos goles ajenos? ¿Hasta cuándo haremos caravanas con triunfos que no son nuestros?

La respuesta simple de muchos es; “Es que Venezuela nunca irá a un Mundial”. Para que sepan ya la gesta empezó con los sub20, los mismos que clasificaron hasta 8vos, conocieron las pirámides egipcias y que desde el premundial pasado forman parte de la nueva camada vinotinto. ¿O es qué no leen la prensa? Al parecer no. Sólo leen la lista de convocados de Brasil, Argentina y otros países, algo que no está mal, pero todo empieza por casa.

Pónganse la vinotinto con orgullo, súdenla, gócenla, desgástenla, tal cual lo hacen nuestros jugadores, esa es la nuestra, no la verdeamarelha ni la albiceleste, esas no son nuestras, tengamos identidad y gritemos nuestros goles. Dejemos la mediocridad de lado y maduremos futbolísticamente.

Me desahogué, tenía meses que no escribía pero quise hacerlo por la impotencia de ver como se rasgan las vestiduras por algo que no es nuestro.

Por: Gabriel “Gabo” Chávez

Twitter: @GaboChavez

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