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Así lo veo yo… por Carolina Almarza

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Con beso y todo celebraron los venezolanos el gol ante Bolivia.

Con beso y todo celebraron los venezolanos el gol ante Bolivia.

Hoy comienzo esta columna agradeciendo la oportunidad que me brinda Enlapizarra.com de volver al oficio de la escritura, esta vez en un espacio más relajado, para compartir de manera informal mis vivencias relacionadas con el deporte. Esta columna surge de la necesidad de comunicarle a otros (en especial a otras) lo que se vive como mujer y como pareja cuando compartes tu vida con un hombre fanático a ultranza de los deportes.

Y cuando hablo de deportes me refiero a un ser capaz de enrolarse en maratónicas jornadas de dominó (si, la Federación Venezolana de Dominó está adscrita al Ministerio Popular para el Deporte) hasta el fútbol americano, pasando por el baloncesto y el tenis y llegando a grados superlativos con el fútbol y el beisbol.

El deporte nunca fue ajeno a mi vida. Desde pequeña practiqué algunos,  visité estadios y le tomé cariño a disciplinas tan contrastantes como la gimnasia o el karate.

De adolescente descubrí lo agradables a la vista que pueden ser los jugadores de beisbol y reconozco que tan banal motivación me llevó a entender perfectamente la dinámica de un juego de pelota.

Sin contar con la euforia que generaban en mí las Copas Mundiales de Fútbol o los Juegos Olímpicos, lo que siempre me llevó a revisar en libros especializados la dinámica de muchas de las disciplinas que allí se practicaban y que ocasiones ni sabía que existían.

Menciono todo lo anterior para dejar muy claro que los deportes me son familiares, agradables y en muchos casos interesantes y entretenidos.  Y gracias a dios así ha sido, porque de lo contrario mi vida sería una guerra a muerte con el televisor, la radio y los estadios.

Ser pareja de un fanático de los deportes requiere de mucha inteligencia y paciencia. Después de varios años llegas a quererlos, entenderlos y hasta sufrirlos.

El pasado viernes 7 de junio, cuando la selección nacional de fútbol enfrentó a su par de Bolivia en La Paz, me descubrí sudando frío en los minutos finales y una vez más entendí lo que siente mi esposo cada vez que la vinotinto salta al terreno de juego.

Esa experiencia me permitió reconocer que mucha de esa pasión que siento ahora por la camiseta vinotinto se la debo a él. Y comprendí, en cierta medida, el por qué su vida, la mía y la de nuestra hija, se debe acomodar al día y a la hora de un partido importante, que un viaje no puede coincidir con el calendario de Águilas del Zulia cuando juegan de visitante o con un juego del fútbol nacional.

Vivir el deporte es un estilo de vida. Y más si es el nuestro, el que se juega en Venezuela. Contra eso no se lucha, por el contrario. Debes involucrarte, entenderlo y hasta disfrutarlo. Porque no habrá cumpleaños, matrimonios, reuniones familiares, actos escolares o enfermedades que valgan cuando hay un partido que ver.

Por: Carolina Almarza / @Carolinalmarza

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