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Las confesiones de Salomón Rondón

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Salomón Rondón brilla en el Zenit ruso.
Salomón Rondón brilla en el Zenit ruso.

Salomón Rondón brilla en el Zenit ruso.

Hace más de 10 años, durante una cena, Salomón Rondón le dijo a su familia que quería dejar el octavo grado, que por entonces cursaba, porque quería dedicarse a ser futbolista.

A su padre, un profesor de química, la comida se le atragantó y le advirtió al ahora delantero, el segundo de sus tres hijos, que ni se le ocurriera volver a decir algo así.

Tres años más tarde, sus progenitores, José Rafael y Matiana le dejaron mudarse a Maracay para jugar con el Aragua. La única condición era que debía culminar su bachillerato. Él cumplió.

Una tarde regresó a Caracas, buscó su medalla y sin siquiera almorzar con su familia, regresó a la capital aragüeña para un entrenamiento. Hoy todos esos sacrificios van rindiendo frutos, luego de consolidarse como el futbolista más importante de la actual selección nacional.

-¿Qué tuvo usted para ser el único de aquella selección sub-20 que llegó a consolidarse en la mayor?

-Yo siempre he sido consecuente con mi trabajo, con la exigencia que este deporte amerita y esto no quiere decir que los compañeros no lo hayan hecho, pero a mí la verdad es que me han salido las cosas bastante bien, estoy muy agradecido porque se me han abierto caminos y puertas que ha sido cuestión de trabajo y mucho sacrificio.

-En ese camino, ¿qué tanto peso tiene su familia y su entorno?

-Yo le doy todo el valor porque ellos han sido los artífices de lo que soy hoy en día. Sin la presencia de mis padres, de mi familia o de mi representante Pablo Martínez no hubiera llegado a donde he llegado. Este deporte tiene muchas distracciones y la autoridad que me ha inculcado mi familia ha sido fundamental porque uno de joven puede dejarse llevar por cosas malas. Yo he sido consecuente con la exigencia de este deporte y eso es lo que me ha llevado a donde estoy hoy.

-Un futbolista suele ganar bastante dinero, pero su papá sigue dando clases de química en el colegio de toda la vida. ¿Qué tanto vale ese ejemplo para usted?

-Por lo menos para mí, mi abuelo, mi hermano mayor son ejemplo. El futbolista puede ganar mucho dinero, es cierto, pero ellos siguen siendo trabajadores, siguen ejerciendo sus funciones a pesar de que yo sea quien sea, ellos siguen luchando para salir a adelante.

-¿En qué le ha cambiado la vida ser jugador de fútbol?

-Uno lo nota más que todo por el cariño de la gente, como te tratan en la calle o en las redes sociales. Cuando estaba en el Aragua no era lo mismo, pero como he hecho las cosas bien en el fútbol, la gente muestra más apoyo y más cariño. Por eso será cuestión del trabajo y de lo que haga en la cancha.

-Uno suele ver al jugador por las cosas buenas, por el dinero, por la fama y por los lujos, pero ¿qué es lo más difícil?

-Lo más duro es el sacrificio que he hecho, a los 16 años salí de mi casa, para mí fue difícil y para mi familia también el dejarme ir, es cierto que Aragua estaba a solo una hora pero igual es duro. A los 16 años sabes cosas de la vida, pero no lo sabes todo, y si no tienes las cosas claras puedes dar un paso en falso y tirar todo por la borda, o también puedes seguir haciendo las cosas bien y llegar a donde he podido llegar yo.

-¿Hubo algún momento en el que dijo: «me rindo, ya no aguanto más»?

-El tema fue en Las Palmas, el Aragua no me daba permiso. Era el momento más crucial y le dije a mi mamá que no quería estar más ahí, que si no podía jugar no tenía sentido seguir ahí. Hasta que se resolvió todo, se me dio la oportunidad de jugar y explotó todo, las ganas de entrenar, de jugar, de hacer gol y todo salió bien.

-Su carrera siempre fue de pasos hacia adelante. Del Aragua a Europa con Las Palmas. De segunda a primera con el Málaga. Pero de repente llegó el Rubin Kazan, ¿cómo hizo para convertir eso en un paso para luego llegar al Zenit?

-Es cuestión de cómo cada quien lo quiera ver, yo lo vi como el mejor paso de mi carrera. Es cierto que con Málaga clasifiqué a Champions, pero no contaba para ese proyecto, ellos me vendieron en pretemporada. Yo considero que el paso al Rubin era lo mejor en ese momento: jugábamos Europa League en la que llegamos a cuartos de final, hice siete u ocho goles, de verdad no me fue mal, a pesar de todas las críticas. Me dijeron de todo, pero eso lo convertí en comentarios a mi favor. Pude demostrar que el fútbol es fútbol donde sea, si haces las cosas bien tendrás tu recompensa.

-¿Cuál es la mayor recompensa que le ha dejado el fútbol?

-La constancia, creo que si uno no es constante y consecuente con lo que le gusta, con lo que sueña, no vas a poder conseguir nada de lo que te propongas. Yo soy delantero y debo ser constante, pelear cada pelota a muerte para hacer gol. Eso es esfuerzo, es fuerza mental, que por más obstáculos que tengas en el camino debes ser perseverante para superarlos, o al menos hacer el intento.

-Ser papá le debe haber cambiado la vida, ¿le cambió también cómo jugador?

-Te cambia mucho, gracias a Dios tengo a mi esposa que entiende lo difícil de esta profesión y así distribuimos las tareas de ser padre, claro que cambia mucho, cambia para bien. Estoy contento con mis niños y mi esposa, tengo que agradecerle a Dios, creo que me he rodeado con gente buena en mi camino.

-No se arrepiente entonces de haberse ido de casa a los 16 o de haber faltado a su fiesta de graduación.

-No me arrepiento, he sido consecuente con lo que quería hacer, ya lo tenía claro desde los 13 años, estaba como en octavo y dije que no quería estudiar más. No era por rebeldía, es que sentía que tenía algo más importante que hacer, algo más importante que realizar, cumplir algo que tenía aquí adentro que tenía que sacar, que explotar.

-Si en ese momento hubiera sabido que no todo iba a salir tan bien como salió, ¿lo hubiera intentado igual?

-Igual lo hubiera intentando, era algo que me apasionaba, pero lo primero era el fútbol, mis papas lo cuentan, lo mío era una pelota. Yo no era, y no soy de salir a fiestas, lo mío era jugar, siempre iba con una pelota. Algo me decía que esto era lo que me iba a hacer sentir una persona realizada.

-Entonces era fútbol o nada

-Me hubiera dedicado a los estudios, pero era la última opción

-¿Hay algo que hubiera querido estudiar?

-Sí, algo que tuviera que ver con las computadoras, eso me gusta. Ingeniería en sistemas o algo así, informática. Pero era la última opción.

-¿Qué le gustaría que venga ahora?

-Lo más importante será seguir por el mismo camino, seguir siendo el mismo hasta que se me acabe el contrato en el Zenit. Seguir abriendo puertas, seguir trabajando y haciendo goles para que me sigan tomando en cuenta.

-Su vida tiene cosas buenas y malas pero, por lo visto, usted no se arrepiente de nada.

-Yo estoy contento con todo. Sí, he sacrificado mi juventud, momentos con mis amigos, momentos de diversión, pero ha valido la pena. Si vuelvo a nacer haría lo mismo, dejaría de lado amigos y familia para volver a agarrar una pelota y hacer lo que siempre me gustó.

Por: Daniel Prat/Líder

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