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Juego legal: Un camino no tan largo

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“Yo soy el primero que pienso que sí podemos llegar a Brasil 2014”. Con estas palabras César Farías resume el sentimiento de un pueblo futbolístico que ya quiere ligar a su selección en una cita como la de cada cuatro años; sin embargo, ¿merecemos llegar?, ¿estamos listos para ello? Son dos preguntas básicas que el fanatismo no nos deja razonar.

LOS ESPEJOS JÓVENES

Ya Venezuela ha estado en dos mundiales de fútbol. Hicimos el sueño realidad con la Sub 20 y ahora nos emocionamos nuevamente con las chicas de la Sub 17, dos hitos importantísimos en la historia del balompié criollo, pero que no hace falta conocer mucho de la historia del mismo para darse cuenta que, si bien la clasificación a los mismos fue bien ganada por nuestros muchachos y muchachas, la participación en estas citas fue asombrosamente casual.

Nuestro fútbol nacional, y esto pasa en la mayoría de los países del mundo, no utiliza sus ligas profesionales o torneos para desarrollar jugadores. En países como Colombia, por ejemplo, la regla de la utilización de un Sub 20 o “juvenil” ha sido acogida y abandonada en repetidas oportunidades por ser una carga dentro de los equipos llamados especialmente “grandes” que, teniendo todo el dinero disponible, tienen que ocupar una pieza de su onceno para dársela a un ídolo de barrio que, en la mayoría de las oportunidades, termina siendo un lateral del montón del que sólo quedó un recuerdo de aquellos golazos que marcaba en el terreno cerca de su cuadra.

Que la FVF haya implementado hace pocos años esta normativa no fue la responsable de nuestra presencia al Mundial de Egipto, obviamente le dio a los nuestros mayor roce con jugadores de cartel, algo que sin duda es un ingrediente valiosísimo, pero no fue el detonante principal.

Igualmente pasa con las “chamitas” que están ahora dándonos orgullo en Trinidad y Tobago. En Venezuela no existe algo ni siquiera parecido a los torneos para féminas que se practican en países como Alemania o Estados Unidos, de hecho, mucho tienen que sufrir las chicas que en esta parte del mundo intentan darle de patadas a una pelota para efectivamente hacerlo.

Torneos suspendidos, equipos que cambian de nombre, dueño, ciudad; concentraciones paupérrimas, y un montón de muchachas que en su vida pueden pensar en hacer una carrera profesional como futbolistas son el pan nuestro de cada día en el fútbol femenino de la FVF.

¿Entonces por qué de un momento a otro estamos en un Mundial Femenino y además Sub 17, algo que nos daría para pensar que tenemos mucho futuro en la disciplina?

GOLPES Y CONTINUIDAD

Aunque a muchos les duela puede que el factor suerte, combinado a una serie de cosas, entre las que interviene el contexto histórico, sea el principal motor para asistir a un mundial de fútbol.

Primero hay que conseguir una generación de jugadores que físicamente y técnicamente pueda dar algún resultado, que se pueda complementar en sí misma y que tenga la capacidad para explotar futbolísticamente hablando.

Posteriormente viene la visión técnica y gerencial para descubrir a este grupo de futbolistas, mantenerlo trabajando junto, y tener la capacidad para desarrollar en ellas las actitudes y las aptitudes necesarias para llevar a efecto una meta en común.

Después viene la preparación antes, durante y posterior, a los partidos e, incluso, también juega los momentos históricos de otros conjuntos que son rivales y potenciales amenazas a la hora de pelear un cupo ecuménico.

Por ejemplo, el ascenso de la vinotinto (OJO NO ESTOY DICIENDO QUE ES INMERECIDO ESTAR DONDE ESTAMOS) ha coincidido con las bajas futbolísticas de Perú, Colombia, los procesos inconstantes de Uruguay y Ecuador, además del bajón de Bolivia.

De hecho, muchos recordarán la desastrosa actuación de Argentina en el Suramericano Sub 20 de Puerto La Cruz y Maturín… allí estuvo el chance y nosotros lo aprovechamos. Esto está muy bien, pero se trata de momentos.

Es allí entonces cuando todas las cosas se tienen que conjugar para llegar a donde todos quieren llegar. Es una especie de tren, como el del amor… dicen, que pasa sólo una vez y quién no lo toma puede que no lo vea más nunca.

PUEDE PASAR

Siento que la generación con la que estamos jugando actualmente, incluyendo los dos pasados encuentros de preparación contra Colombia y Ecuador, es lo más parecido en nuestra historia a una generación digna de una copa del mundo.

Incluso por encima de aquella del Preolímpico del Mar del Plata a mediados de los 90 del siglo pasado que nos dio alegrías y jugadores con un nivel técnico tremendo, pero que apenas algunos de sus integrantes pudieron darse el lujo de estar en un combinado que le dejasen de llamar “cenicienta”.

Digo que sí puede pasar que clasifiquemos a un Mundial. Digo que los muchachos son talentosos, jóvenes, ya con experiencia internacional y un roce importante. Además con un técnico que dará todo lo que tiene y no tiene porque, sin duda, le duele la camiseta y quiere pasar a la historia por algo de orgullo personal… ¿y yo no lo culpo, quién no querría ser el primero en llevar a su país a algo inédito?

Sin embargo, también me preocupa que dentro de nuestro medio, el fútbol venezolano, hoy día nos estemos dejando llevar por la vinotinto como si estuviéramos embriagados, hablamos de los grandes y de las entradas a los Caracas-Táchira y ya nos olvidamos de si existen o no Sub 20 talentosos jugando en el torneo (ahora mismo no se me vienen a la mente ni cinco nombres), o de cómo se esté preparando el nuevo torneo de fútbol femenino. Lo único que parece importarnos es Mundial, Mundial, Mundial, Mundial, Mundial… ¿y qué pasa si los muchachos no clasifican?, ¿A dónde vamos a mirar?

Puede que nuestro fútbol esté creciendo, pero como decimos aquí en Maracaibo… “Sí, pero pa’ los laos”, y no para arriba como debe ser.

Puede que el camino a Brasil 2014 no sea tan largo, pero si nos desviamos ¿habrá más camino por delante?

Ahí se las dejo…

Por: Ernesto Vera

Twitter: @ernestovera

Correo: [email protected]

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