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El fútbol, sistema de unidad

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El fútbol es un negocio extraordinario en cuyo desarrollo todo el mundo gana algo de una u otra forma, pues cada quien obtiene su tajada. Desde las ganancias propiamente dichas de las entradas, la publicidad, las transmisiones, la venta y reventa de futbolistas, hasta los implementos deportivos, la ropa, los álbumes, las barajitas, la comida, la bebida, las publicaciones diversas, entre otros.

El mercado de la emoción deportiva crea muchos puestos de trabajo y en lo que respecta al fútbol, las condiciones del juego han ido cambiando, su desenvolvimiento ante el público ha mejorado, aunque se ha vuelto una máquina de moler futbolistas.

Lo más positivo, quizás, es que ha unido más a los pueblos a pesar de las rivalidades. En los clubes profesionales interactúan futbolistas de todos los continentes y consolidan amistades que a veces influyen como ejemplos de verdaderos seres civilizados.

Ya no se puede hablar tajantemente de que la primera emoción del fútbol tiene su origen en la reunión de las antiguas tribus para combatir y exaltar su raza. La mayoría de las selecciones nacionales de la actualidad son un muestrario de razas, de continentes. Los europeos considerados tradicionalmente discriminadores raciales, se han ido volviendo de todos los colores y han dado un paso importante en materia de tolerancia.

El fútbol atrae por el colorido de sus hazañas, porque se desarrolla sin un guión escrito, pues éste se va escribiendo a medida que avanza el juego. En este guión encontraremos drama, comedia, héroes y villanos, otros encontrarán trasfondos políticos, ideológicos, culturales, religiosos. Los futbolistas además modelan, actúan, cantan, son estrellas de publicidad y hacen obras benéficas. Compiten en el Olimpo de los jóvenes con los rockeros y demás músicos exitosos.

A través de sus selecciones, muchos países promueven un sistema de vida y de gobierno; sus puntos de vistas y nivel de educación. Cristianos, musulmanes, judíos, budistas y ateos, juegan mostrando de alguna manera sus creencias.

Cada quién le pide a su Dios un gol, una señal de triunfo. Y por eso es que a veces, hay jugadas tan hermosas dentro del gramado, que parecen cosas divinas (y confieso que soy ateo).

La mayoría de las veces el público se molesta con los árbitros por esto o por aquello y de manera inevitable comentan en las gradas «ese árbitro es un diablo». Y a pesar de que el hombre de negro llegue a perjudicar a un país con uno de sus fallos, y recibir los reclamos del equipo perdedor, los jugadores le dan la mano dejando de lado su molestia, demostrando que se puede aceptar una derrota a pesar de injusta que sea. El fútbol demuestra que a pesar de una u otra desavenencia es un claro sistema de unidad.

¡Gracias muchachos!

Por: Gabriel «Gabo» Chávez

Twitter: @GaboChavez

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