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Andrés Ponce, historia de un ídolo del barrio (fotos+videos)

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La familia lució de vinotinto en su humilde residencia. Foto: La Verdad
La familia Ponce vivió el juego contra Uruguay de manera intensa. Foto: La Verdad.

La familia Ponce vivió el juego contra Uruguay de manera intensa. Foto: La Verdad.

En la callejuela principal del Sector Los Arenales, en San Francisco, dos mototaxis agitan el polvo de la pobreza. Quizá frente al televisor ningún fanático imagine que el camino que conduce a ese tumulto de casas precarias, calles sin alcantarillas y perros hambrientos es el mismo que conecta con el humilde hogar de Andrés Ponce, goleador de la selección vinotinto Sub17, quien guió ayer, con su sexto gol del Sudamericano, la histórica clasificación al Mundial de la categoría.

Es la 1.10 de la tarde y todos en la barriada saben que juega el hijo de Jaime y Noemí. Diez sillas plásticas ordenadas en semicírculo rodean el pequeño televisor de 21 pulgadas que, en menos de 20 minutos, será el centro de atención de una comunidad entera, que suspira por el florecimiento mediático de uno de los suyos. Desde hace algunas semanas, el brillo del delantero zuliano alumbra las inseguras calles de tierra que rodean la casa de los Ponce-Núñez. El resto es escombro, carencia y oscuridad.

Diego Andrés, sobrino menor del ariete, pasea por la grada improvisada a bordo de un carro rojo remendado. El resto de la familia, uniformada de vinotinto, espera el comienzo del partido. El señor Jaime, un colombiano cincuentón que honrosamente sacó a sus tres hijos adelante vendiendo chicha, se seca el sudor con una franela amarrada al puño que utilizó Ponce en el Unión Atlético Maracaibo. Dice que es un amuleto. A su lado, su esposa, de 43 años, se tambalea en una silla que con dificultad sostiene sus nervios frente a la imagen del televisor. Reconoce que, por su pasado cafetero, jamás imaginó ligar a la vinotinto como lo hace ahora.

En el partido

Van ocho minutos de la primera mitad y, Jaime, el inseparable hermano de Andrés, ni se inmuta. Observa minuciosamente el rendimiento de su compañero de patadas, a quien aconsejó utilizar su fornido cuerpo para desarmar a los adversarios. De inicio lo nota nervioso. Pero sabe que con la madurez que ha adquirido se irá acentuando en la cancha. Su hermana, Kelly, luce más inquieta que un niño. Aplaude cada vez que el artillero agarra la pelota y sufre cuando las oportunidades no llegan.

La familia lució de vinotinto en su humilde residencia. Foto: La Verdad

La familia lució de vinotinto en su humilde residencia. Foto: La Verdad

En la casa Ponce-Núñez hay un nuevo ídolo. Sus familiares así lo sienten. A medida que avanza el cronómetro los vecinos se asoman a preguntar qué ha hecho el delantero que hace pocos años jugaba descalzo en los patios circunvecinos. Ya las 10 sillas están colmadas de emoción, así que los más pequeños echan un ojo por la ventana para ver cómo va el marcador.

Uruguay sorprendió con un gol repentino que le hizo temblar las piernas al señor Jaime. Algunos vecinos entrometidos salieron de la casa para presenciar la captura de unos ladrones de motos. Los padres y hermanos de Andrés presentían, sin embargo, que el «9» marcaría un nuevo tanto. Así que prefirieron no moverse de su puesto.

El aviso

Inquieto, Diego Andrés sacó nuevamente el carro rojo, a pesar de los regaños de Kelly. Fue allí cuando su tío desperdició su segunda oportunidad del partido, un mano a mano que no pudo definir por la incomodidad del defensa charrúa y que dejó a su padre arrodillado y con la cara tapada en el piso.

Acertó Dudamel en los cambios y se incrementaron las ocasiones. El recién ingresado Maceira, con una obra de arte previa, habilitó a Ponce para que este empujara el cuero al fondo de la red. No hubo un lugar en Venezuela donde retumbara más fuerte el grito de gol que en Los Arenales. El señor Jaime, sollozando, se lanzó al cemento; Noemí, gritó de la emoción; su hermano Jaime se golpeó con un puño en el pecho; y Kelly saltó en medio de la algarabía. Los vecinos, mototaxistas y familiares volvieron a la sala a celebrar con admiración el gol proveniente de San Francisco que depositó a Venezuela en los Emiratos Árabes.

Por: Leopoldo Márquez/La Verdad

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