Sergio Ramos falló uno de los tiros desde el punto penal.
Bombos, platillos, 80 mil personas, y el aroma de la final a la vuelta de la esquina, esos eran los ases bajo la manga que tenía el Real Madrid para enfrentar el encuentro de vuelta en Semifinales de Champions, eso sin recordar el gol que anotaron en Munich, disminuyó la exigencia a un solo gol.
Pero cuando todo indicaba que la maldición de la décima orejona estaba a punto de ser destrozada, los bávaros rememoraron aquel fantástico refrán futbolero, el cual predica: “El fútbol es un deporte inventado por los ingleses, pero que siempre ganan los alemanes”, y esta ocasión no fue distinto.
Bayern de Munich acompañará al Chelsea, y ambos disputarán la final más sorpresiva en la historia de la UEFA Champions League, dejando en el camino a los dos gigantes del mundo, Barcelona y Real Madrid.
El Santiago Bernabéu regresaría a esas noches mágicas, a esos capítulos de cuentos de hadas donde los once caballeros de blanco, poseían su propio Olimpo en el que la multitud drena a través de cantos ensordecedores la sed de gloria, y de una vez por todas acercarse a ese trofeo que las vitrinas madrileñas no sostienen desde 2002.
Sin embargo, el destino, siempre tan cruel e inesperado tendría su propia perspectiva de la guerra. Esta vez, ni el empuje más grande evitaría la tromba bávara liderada por el gemelo de Houdini, Arjen Robben y su banda.
Mourinho dibujó el boceto del partido y esperó la interpretación perfecta de sus pupilos, y ocurrió. Los primeros 20 minutos fueron desgarradores, los blancos propondrían el vértigo y lo transformaría en peligro, y el peligro en goles.
Dos dianas del ‘superyó’ humanizado, Cristiano Ronaldo, volteaba la eliminatoria y producía una ilusión óptica de superioridad, a la cual, los alemanes les afectaría poco y nada, pues a partir del primer tercio del encuentro, comandarían a placer, no sólo el espacio en cancha donde se jugaría, sino también el ritmo de juego.
Una característica que poseen los grandes equipos es a través del volumen de juego, trastocar la intención inicial del rival, y eso hizo el Bayern, obligando al bloque del Madrid a enfocarse en correr tras la pelota y a cerrar espacio, lo que inevitablemente lo suprimiría de atacar constantemente.
El genio, Iker Casillas, sacó cuantas pelotas se le acercaban, con los pies, y con las manos, pero cuando el río suena, es porque el gol tiene que caer en cualquier momento.
Un penal de Pepe, luego de perder la marca de Mario Gómez por quincuagésima vez, sería traducido en gol por Arjen Robben. El score se pondría 2×1 y la eliminatoria se emparejaba 3×3. Así terminaron los primeros 45’. Un cuadro ampliando la cancha y el otro reforzando la zona uno y dos, para cortar circuito de creación.
El segundo tiempo mantuvo la misma tónica, ataque del Bayern, quite y contragolpe del Madrid. De cara al arco, los alemanes pudieron finiquitar la eliminatoria, pero cayeron en su propio embudo de la ineficacia, permitiéndole al Real, extender su sueño y su fe. El tiempo extra llegó, y con él, el drama que eso implica.
Las uñas y los corazones de los fanáticos madrileños y alemanes, sufrirían cierto. La presión estuvo más en las gradas que en el campo. Ninguno de los dos equipos tomó la iniciativa para acabar con el juego, debido al enorme gaste. Los penales llegaban y el finalista sería descubierto.
Cristiano, Kaka y Ramos hundieron al Madrid con sus penales errado, y la superestrella, Manuel Neuer se colocaría su traje de héroe, ensamblado por la Dolce&Gabbana, y con él, todos sus compañeros lograrían la hazaña de eliminar al gigante, a ese equipo que ve cómo se va una década sin llegar a la ansiada décima copa. Los alemanes buscarán el trono de Europa, pero antes tendrán que sobrepasar un último escollo, nada sencillo, el Chelsea. Todo se dirimirá en Munich, el próximo 19 de Mayo.
Por: Geoff Hernández
Twitter: @GeoffHernandez
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