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Mirada atenta: El Rey merece su corona

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Los parámetros para evaluar a los pitchers han sufrido modificaciones importantes en el último lustro. El gran cambio, sin embargo, está por llegar, y es posible que lo haga hoy mismo. La votación al Premio Cy Young 2010 de la Liga Americana podría marcar un antes y un después, pasar a la historia del beisbol como un punto de quiebre. Un venezolano se encuentra en el ojo del huracán: Félix Hernández.

La temporada del derecho carabobeño fue extraordinaria. Su “único” pecado fue haber conseguido apenas 13 triunfos. Bueno, así piensan muchos, pese a que un sinfín de trabajos han probado que las victorias no dependen en gran medida de lo que hagan los lanzadores.

Resulta confuso escuchar o leer que Hernández fue el tirador más dominante, pero no el mejor. ¿Acaso dominar al contrario no es el objetivo principal de los pitchers? Queda uno más perplejo todavía cuando figuras de la talla de Roy Halladay, recién nombrado Cy Young de la Nacional, le restan opciones a Félix porque “no encontró las formas de ganar”.

¿Con qué se come eso? ¿Finalizar primero en innings, aperturas de calidad y efectividad no supone haberle dado las máximas opciones a tu equipo para que ganara? Hernández no tiene la culpa de que la ofensiva de Seattle, 513 carreras, haya sido la peor en la era del bateador designado (35 años). No tiene la culpa de que en 10 de sus 34 inicios los Marineros anotaran una rayita o menos. No tiene la culpa de que ocho de sus 12 derrotas llegaran pese a que él tuvo una salida de calidad. En fin, no puede pagar por un crimen no cometido.

El “Rey” merece su corona porque fue el mejor lanzador del joven circuito, y punto. Lamentablemente, sus compañeros fueron incapaces de respaldarlo. Si no se la entregan estarían cometiendo una gran injusticia. Lo peor es que quienes se resisten a la transición lo único que hacen es demorar el pase de testigo. El cambio es inevitable (suena a eslogan político); es esta campaña o la que viene. Ojalá que el quiebre se produzca durante la actual zafra para que tenga a un venezolano como principal beneficiado.

Marco, el subestimado

Once juegos tardó la directiva de La Guaira en darse cuenta de que se equivocó cuando seleccionó a Phil Regan como sustituto de Carlos Subero. Fueron 11 juegos desperdiciados. 11 juegos que pudieran costarle el pase a los playoffs. Al momento de despedir a Subero, Tiburones se encontraba a tres partidos del quinto puesto. Regan los dejó a siete compromisos y medio de la clasificación. Esas ventajas no se pueden dar en torneos con calendarios tan cortos.

El flojo rendimiento con el veterano mánager al frente del club no sorprende a nadie, estaba cantado. Lo peor es que la solución la tenían a la mano y no apostaron por ella. Marco Davalillo es un hombre de beisbol, de esos que transpiran pelota; sin embargo, no ha gozado de la confianza de ciertos ejecutivos pese a que respondió cuando tuvo el mando.

Caribes de Anzoátegui no lo repitió tras una brillante ronda regular 2007-2008, y La Guaira se rehusó a confiar en él hasta que no tenía más opciones. Davalillo es un trabajador insigne, una persona noble, que conoce el juego como pocos (con ese apellido es fácil entender por qué). Tras el fiasco Regan recibe, 11 duelos tarde, el sartén caliente con el reto de revertir un terrible arranque, tarea complicada pero no imposible.

Más que ocho títulos

La historia del boxeo es muy rica en nombres propios. La lista de figuras que han pasado por un cuadrilátero durante el último siglo es larga y heterogénea; sin embargo, la disciplina nunca tuvo a un peleador como Manny Pacquiao. En un deporte en el que la mayoría apuesta por la agresividad y la petulancia, el PacMan es un ejemplo de humildad. Sabe que es bueno y que sólo necesita de sus condiciones para probarlo; no más.

La victoria sobre el mexicano Antonio Margarito, que le valió su octavo cinturón en pesos distintos (récord mundial), permitió confirmar la clase que tiene Pacquiao. La ciudad de Dallas fue el escenario de una verdadera felpa, pero también testigo de una demostración de espíritu deportivo. Desde el primer asalto quedó claro que el manito tendría dificultades con la velocidad del filipino. La tan comentada ventaja de peso fue, paradójicamente, su gran desventaja. PacMan  pegaba, Margarito sufría.

La golpiza era tal que Pacquiao le solicitó al réferi Laurence Cole que detuviera el combate en el séptimo round para evitar que el daño en el rostro de su rival fuera mayor. Su principal preocupación en ese momento fue la salud de Margarito y no demostrar el poder de sus golpes. Un gesto made in Pacquiao.

Por: Francisco Blavia/Líder

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