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La vida del venezolano sin béisbol

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Finalizada la temporada de béisbol profesional la mañana amanece igual que antes, todo lo que acontecía antes de nuestra pelota rentada vuelve a ser igual. Te levantas y no tienes como desayuno un buen plato de béisbol más un vaso de estadísticas. ¿Dónde verás los partidos y con quién? Ojear la prensa para informarte de alineaciones, lanzadores del día, estadísticas y pronósticos, salir a buscar las entradas y luchar contra la especulación de los crueles revendedores, o averiguar donde verás el juego acompañado por tus panas y unas buenas frías.

Comenzado el día caemos en cuenta de que el mundo ya no está dentro de un diamante. El planeta dejó de ser una inmensa pelota que cabe dentro de un televisor, para que pueda ser vista por aproximadamente 12 millones de venezolanos.

En la tarde del mismo día advertimos también que hay otros temas de conversación y de preocupación, pero que sinceramente aburren, y nos damos cuenta que no todo gira alrededor del béisbol. Descubrimos por primera vez cuatro meses de dura realidad, una realidad que existe y nos atormenta, aunque hayamos prescindido de ella. Que siempre estuvo allí. Que mientras celebrábamos una carrera u ofendíamos al árbitro por cantar un quieto que fue out como una casa, siempre estuvo ahí. Soy sincero al decir tardaremos algunos días en informarnos en todo lo que pasó en el mundo, mientras vivíamos en nuestra burbuja beisbolística. Que hay que recobrar la conciencia de la vida cotidiana así sea nocivo para nuestra salud.

Ya entradita la noche seguramente nuestras esposas estarán contándonos la realidad para que nos intoxiquemos y nos pongamos al día, para que no escapemos de ella como lo hicimos durante los 120 aproximadamente de la LVBP. Chávez, “Esteban”, Dólar, secuestros, los “manitos blancas”, VTV, la nueva salida de RCTV, los recortes diarios de luz, ufff, no más por favor, suéltennos esa fastidiosa información poco a poco, que la cabeza nos va a estallar, pásennosla de a poquito, una cucharadita informativa cada cuatro horas, mientras nos acostumbramos de nuevo.

Ya arropados y listos para dormir, sudaremos frío, pidiendo por favor que el sentido de la vida vuelva sin dolor, ¿cómo haremos para vivir sin béisbol? Sentimos la necesidad de ver un psiquiatra para que nos quite la depresión post-LVBP, queremos que el doctor nos recete una pastilla para alejar la tristeza. Otros irán para acupunturistas, curanderos, chamanes, brujos, babalaos, sea quien sea, pero que nos de la fuerza para soportar siete largos meses sin nuestro pasatiempo nacional, y esperar que todo vuelva a ser como esos mágicos 120 días. 

Por: Gabriel «Gabo» Chávez

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