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El juego perfecto

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¡Un hit más Omar!

Esa tarde no hubo parafernalia.  Ese sábado 1 de mayo los Chicago White Sox visitaban a los Yankees.  Por primera vez desde el 13 de agosto de 1970 en los predios del Bronx, un jugador de los White Sox jugando el campo corto portaba el número 11 en su espalda.  En aquella ocasión era Luis Aparicio, quien hacía su última visita como miembro activo de los patiblancos a la casa que Ruth construyó, bateando de 4-1.

40 años después y en un nuevo escenario en la misma River Avenue con la Calle 161 del Bronx, Omar Vizquel hacía quizás su última visita a la nueva casa que Steinbrenner construyó. El mánager Oswaldo Guillén colocó al veterano de 43 años en su natural posición como abridor.

Sólo tres jugadores de 43 años en la historia han jugado en la posición número 6:  Honus Wagner, con los Piratas de Pittsburgh en 1917 y Luke Appling con los mismos White Sox en 1950 y Vizquel en el 2010.  Ese sábado era su segundo inicio en la posición esta temporada.

En la cuarta entrada se midió al puertorriqueño Javier Vázquez y conectó su imparable número 2.673, el cual fue reseñado por el equipo y las agencias de noticias como el punto de empate en los registros históricos con Luis Aparicio como el segundo campo corto con más imparables en la historia, sólo superados por Derek Jeter.

Ese día mi colega Augusto Cárdenas soltó la duda posterior al partido. Los datos del portal estadístico Baseball-Reference.com reflejaban que Aparicio había tenido un hit más de lo que se reseñaba. Sin embargo, las informaciones oficiales de Major League Baseball no concordaban.

Omar estaba feliz. Era hora de cerrar ese último capítulo de alcanzar al zuliano. Pasó un tarde tranquila en Nueva York entre pláticas de béisbol y amigos degustando delicias de la gastronomía dominicana en el Restaurant El Nuevo Caridad en el alto Manhattan, propiedad de Miguel Montás, un incansable propulsor del deporte en el corazón quisqueyano de la gran manzana, de donde han salido grandes personajes como Manny Ramírez, Alex Rodríguez y nuevas figuras de la pelota como el prospecto Pedro Álvarez.

Entre el pollo guisado, el pernil, el chivo, la longanisa, el queso frito, los tostones y el “morir soñando” (especie de batido de naranja), conversábamos sobre el hit, y los que posiblemente serían los días finales de una gloriosa carrera que para muchos culminará en pedestal más alto de este deporte: El Salón de la Fama.

“Cada vez que pego un hit me dicen que me falta uno”, dice Vizquel. “Lo difícil es ahora jugar en el campo corto porque depende a cuando me coloque Ozzie cuando me necesite”, resalta el “manos de seda».

Yo recordé que claramente hay una duda sobre el registro y me comprometí a investigar. Un hit parece algo realmente trivial y que seguramente se olvidará cuando lo supere, pero este parece que será la última marca personal que Vizquel tendrá sobre el 11 original. 

De todas maneras, ya no podrá superar a Derek Jeter, quien a sus 36 años se encamina a convertirse en el primer campo corto puro que alcanzará los tres mil hits en su carrera.

Pero para los aficionados venezolanos este imparable será el dato realmente importante de esta intrincada categoría, ignorada en muchas instancias del béisbol. Lo resaltante del asunto es el legado de Aparicio, cuyo mayor orgullo radica en que nunca, jamás cubrió alguna otra posición que la número 6, aquella que salió a defender en el Estadio Olímpico de Maracaibo el 18 de noviembre de 1953.

Casualmente esa tarde Aparicio se encontraba en Nueva York.  Sus compromisos como “leyenda del béisbol” lo llevaron a un festival de coleccionistas de barajitas donde compartió con los aficionados que aún buscan su autógrafo y la oportunidad de estrechar su mano dando gracias por las memorias personales que los peloteros de su talla evocan.  Su apretada agenda hizo imposible su encuentro con nosotros.

Durante la semana me metí en los números gracias a la mejor herramienta del béisbol: el box score.  Reconstruyendo la historia corroboré que Aparicio en su carrera sólo había aparecido en las Grandes Ligas como campo corto, corredor emergente y “otro”.

¿Otro?

El 19 de agosto de 1970, los White Sox jugaban en Boston y Aparicio recibió el día libre. Rich Morales alineó como abridor en su posición.  Pero en la novena entrada los visitantes perdían 5-2 y el mánager Don Gutteridge llamó al emergente Gail Hopkins para batear por Morales con dos corredores en circulación.  Pero Boston trajo a Sparky Lyle como relevista y con el bateador en el plato, antes del primer pitcheo Gutteridge sacó a Aparicio a batear por Hopkins. O sea, un emergente del emergente.

Aparicio no defraudó con doblete que trajo dos carreras al plato que pusieron arriba a los Medias Blancas. El festival de batazos continuó y otros dos lanzadores desfilaron por el montículo. Al darle la vuelta a la alineación Aparicio nuevamente llegó a tomar turno, esta vez en calidad ofensiva solamente, pues nunca había salido a la defensa ese partido. Ese turno se registró en posición defensiva como “otro” pues no era ya un emergente. 

Casualmente conectó otro imparable y remolcó la décima primera carrera de la entrada para el marcador final de 13-5.

Tras detallar cada uno de los 14 partidos en la carrera del inmortal donde tomó turnos como emergente corroboré que sólo había conectado dos hits, además del imparable en condición confusa.  Los registros oficiales de MLB, compilados por la empresa Elias Sports Bureau, tenían el total de imparables como campo corto en 2.673, cuando sólo fueron tres hits fuera de la posición, cuando el total de inatrapables en su carrera fue de 2.677.

Ante mi petición formal, Elias accedió a cambiar el registro oficial del renglón dándole un hit más Aparicio como campo corto tras la sumatoria temporada por temporada.  Eso deja a Vizquel, hasta ahora, con un hit más por conectar para empatarlo y dos para superarlo.

Cuenta regresiva

Cada vez que Omar Vizquel sale al campo escucha un “tic-toc-tic-toc” mental.  

“Es duro”, dice Omar a sus 43 años, que no aparenta, gracias a su espíritu, carisma y condición física. “Es difícil a veces reconocer pitcheos, incluso me he hecho exámenes de la vista y todo sale bien, pero el cuerpo te va pasando factura, a pesar de que me cuido mucho y muy bien, con la excepción de dos pinchitos que parecían de perro de esos de Times Square que me comí ayer, pero… ¡Hey! es pura proteína y cero carbohidratos”, dice con una carcajada.

“¿Te frustra el retiro?», pregunto.

“No para nada.  Pero me he dado cuenta de muchas cosas y la primera es que esta carrera pasa muy rápido.  Pareciera que fue ayer cuando yo comencé a jugar con el Caracas y fíjate que ahora hablamos sobre otra marca sobre Aparicio esto parece irreal.  Fíjate cómo pasa el tiempo que hoy vi a Jeter y parece que fue ayer cuando apenas era un prospecto que los Yankees querían subir.  Ahora todo pasan frente a tus ojos, pero puedo decir que lo he disfrutado”.

A su edad las cosas se ven desde otra perspectiva en el béisbol. El juego se disfruta al máximo, así como en aquel 1989 cuando fue llamado por los Marineros. Cada turno es inolvidable, cada lanzamiento es ligado para atraer la bola por telepatía. La diferencia es que en aquella época luchaba por quedarse y hoy es venerado por sus logros. 

Pero en el fondo es el mismo chamo caraqueño que extraña a su gente, sus panas y su familia; quizás ahora un poco más excéntrico, como a cualquier persona le suele pasar con la madurez, por sus gustos por el arte, la música, la moda y las actividades extremas como torear, surfear, cazar anacondas o criar canguros.

Este chico de 43 años es quien hoy se perfila como el próximo inmortal del béisbol venezolano, el que porta orgullosamente el número 11 de los Medias Blancas en calidad de préstamo y homenaje. “Cuando firmo aún escribo el 13, no me acostumbro a otro número”, dice con humildad y propiedad.

Unos días después le comunico que oficialmente debe conectar un hit más para empatar a Aparicio, y sin titubear me dice: “¡Que bolas! Pues, ahora tendré que jugar un año más para poder conectar dos hits como campo corto je je je”.

Saludos desde la distancia.

Por: Leonte Landino

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