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Con los ganchos

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El periodista Carlos Valmore Rodríguez, en su columna «Con los ganchos», que publica en el diario Líder, comenta las informaciones que encontró reflejadas en las carteleras que están en los diferentes camerinos de los equipos en las respectivas sedes primaverales. «Allí hay de todo: el cronograma de actividades diarias del pelotero hasta charlas sobre la Biblia», escribió.

Spring Training en cartelera

Siempre hay tiempo muerto en el clubhouse cuando entras a hablar con los peloteros. Algunos no están en ese momento frente a su locker. En otras ocasiones te pidieron un chance antes de atender. Hace dos días tuve que aguardar por casi 45 minutos a Asdrúbal Cabrera, que estaba ocupado en el proceso de rehabilitación para curarse de una lesión en la ingle. Mientras lo esperaba hice algo que me entretiene: mirar las carteleras del camerino. Allí hay de todo: el cronograma de actividades diarias del pelotero hasta charlas sobre la Biblia.

En la casa de los Indios leí un artículo de las reglas de Major League sobre la integridad deportiva. Está en inglés y en español, como casi todas las normas que se pegan en la cartelera. Allí le queda muy claro al jugador que debe hacer su mejor esfuerzo por ganar, que jugar para perder, o actuar negligentemente acarrea inhabilitaciones de por vida, lo mismo que apostar en el beisbol.

Se establecen regulaciones contra la práctica de dar regalos a peloteros de otros equipos cuyo exitoso desempeño ante un tercer equipo haya favorecido al club al que pertenece el jugador o técnico que haga el obsequio. Lo incomprensible es el inciso que dice que este comportamiento se sancionará si no fue informado previamente a la Oficina del Comisionado.

También hay legislaciones muy firmes que enmarcan las relaciones con los umpires. El articulado está escrito en un castellano con oraciones subordinadas que pierden al lector. Es la típica redacción de los documentos legales, que pareciera diseñada para hacer incomprensible lo allí plasmado.

En el clubhouse de ligas menores de los Padres de San Diego está pegada otra regla: en términos legos, lo que dice es que los peloteros no pueden llevar acompañantes allá adentro, y eso engloba familiares, amigos, agentes, entrenadores personales. Igualito que aquí, donde ya no en el clubhouse, sino en el dugout y a la hora del juego, cuando el acceso debería estar todavía más restringido, deambulan guardaespaldas privados de los peloteros, ex jugadores.

Olvídense de ver a antiguas glorias blasfemando a grito pelado desde una cueva, como me tocó ver aquí en el Universitario. Aquí el orden se mantiene. Como en Venezuela, el caos de los dugouts es el reflejo de la anarquía del exterior. Es impresionante la pulcritud de acá, contrastante con las pésimas condiciones de los “clubhouses” de visitantes de la UCV, rebosantes más de una vez de aguas negras. Y recuerden, estos son complejos primaverales, con estadios que luego albergan a filiales clase A. Tenemos mucho por hacer.

Ni hablar del trato a la prensa, que aquí es respetada, estimada y respaldada para poder cumplir con su labor. En Venezuela pareciera que somos el enemigo. Bueno, siempre lo somos, en todas las fuentes. A menos que cedamos al peligro del publirreportaje.

Por: Carlos Valmore Rodríguez/Líder

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