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CarGo, una estrella con un Ferrari

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Carlos González tuvo una gran campaña en el 2010.

Carlos González tuvo una gran campaña en el 2010.

Poco después de que el jardinero de Colorado Carlos González firmara una extensión de contrato de siete años y $80 millones en enero, él corrió el riesgo y compró un nuevo Ferrari rojo. A González le gusta el negro, pero el campocorto de los Rockies, Troy Tulowitzki, ya tiene un Ferrari en ese color, y no luciría correcto el tener dos Batimóviles dominando el estacionamiento de los jugadores. Los miembros de la alta sociedad odian el tener la misma ropa en las fiestas, y las estrellas de béisbol prefieren ser diferentes a la hora que mostrar sus transportes.

El Ferrari tiene estilo, poder y la capacidad de cambiar velocidades sin problemas -igual que su dueño-. Es un recordatorio tangible de los beneficios que emanan de la dedicación a la tarea que se tiene delante.

«Me encantan los autos deportivos, como a cada chico que le gustan los buenos autos», dijo González. «Ahora que tuve la oportunidad de comprarme uno, me dije, ‘OK, este es el momento’. Estoy muy contento, pero al mismo tiempo, tengo que recordar lo que hice para hacerlo real”.

González hizo realidad sus sueños de niño en lo deportivo y en lo automotriz con una gran temporada 2010 que lo estableció como uno de los mejores jugadores en el deporte. Ganó el cetro de bateo de la Liga Nacional con promedio de .336, lideró la liga en total de bases (351) y hits (197), se llevó el Bate de Plata y el Guante de Oro y terminó tercero en la votación del Más Valioso detrás de Joey Votto, de Cincinnati, y Albert Pujols, de San Luis.

Además mostró aptitudes para hacer de lo impensable algo común. El ejemplo más extraordinario fue contra los Cachorros de Chicago en el Coors Field a finales de Julio, cuando conectó sencillo, triple y doble en sus primeras tres apariciones en el plato, y luego conectó cuadrangular ante Sean Marshall en la parte baja de la novena entrada para darle la victoria a los Rockies 6-5.

«El estar aquí todos los días, uno se acostumbra a ver eso», dijo el antesalista de los Rockies, Ian Stewart. «Y entonces él hacer algo loco en un juego que te hace retroceder y te sorprende nuevamente. Ya sea que conecta un jonrón para acabar un juego y que complete el ciclo o se zambulle para atrapar una pelota en los jardines o saca alguien de out. Él hace algo como eso y uno piensa: ‘Nadie debería poder hacer algo así”.

Así que solo imagínense el sentido de alarma de los Rockies durante el partido inicial de la Liga del Cactus del 2011 cuando González, Tulowitzki y Stewart chocaron en la búsqueda de un elevado contra Arizona. Tulowitzki logró evitar problemas, pero Stewart sufrió una lastimadura en una rodilla y González se lastimó la barbilla en el choque.

«Estoy seguro que muchos contuvieron el aliento», dijo Stewart. «Y algunos llegaron a sufrir un leve ataque cardíaco, quizás».

Los Rockies gastaron $134 millones en una extensión de contrato para Tulowitzki un mes antes de darle el mega contrato a CarGo, y la sinergia entre las dos jóvenes estrellas es evidente.

En un video mostrado a unos visitantes en el nuevo complejo primaveral de los Rockies, en Scottsdale, una toma muestra a González y Tulowitzki celebrando un gran momento en la temporada 2010. Los contrarios de Colorado deben acostumbrarse a ese tipo de escenas.

«Ellos se llevan uno al otro a alturas insospechadas porque ambos quieren ser el mejor», dijo el gerente de los Rockies, Dan O’Dowd.

Rebotando en los alrededores

Tulowitzki ha estado en el foco estelar durante que Colorado lo seleccionara proveniente de Long Beach State en el séptimo turno del sorteo del 2005. En cuanto a González, él ha cambiado de manos la suficiente cantidad de veces para que los Rockies se sintieran tentados a pedirle un certificado de autenticidad cuando lo adquirieron vía cambio hace 2½ años.

Se prevían grandes cosas para González desde el momento en que firmó con Arizona a los 16 años, pero las expectativas venían con banderines amarillos de precaución. En sus primeras paradas en liga menor, González ganó reputación como alguien arrogante y demasiado sobreconfiado.

«A los coachs y los managers no les gustaba la manera de jugar el juego de González, acusándolo de entregar sus turnos o de no fajarse lo suficiente», según publicó la revista Baseball America en el 2008. «Los Diamondbacks han atendido este asunto en el pasado y dicen que es un caso de inmadurez y falta de enfoque y no mala voluntad. Por el contrario, dicen que es una persona brillante y afable que quiere ser una estrella».

Sin embargo, los Diamondbacks estaban tan sobrecargados de prospectos en los jardines que el gerente Josh Byrnes pudo darse el lujo de enviar a González a Oakland en el acuerdo de ocho peloteros que trajo al abridor Dan Haren a Arizona.

Los D-backs también cambiaron a Carlos Quentin a los Medias Blancas en diciembre del 2007, pero se quedaron con Justin Upton, Chris Young, Conor Jackson y Eric Byrnes, quien entonces estaba en las primeras etapas de un entonces fatídico contrato de tres temporadas y $30 millones.

González asombró rápidamente a sus compañeros en Oakland con sus habilidades, pero también con sus tropezones en el terreno. Tuvo un OPS de .634 en 85 partidos en el 2008. Y cuando el gerente de los Atléticos tuvo la oportunidad de adquirir a Matt Holliday de Colorado, colocó a González en un paquete junto con los lanzadores Huston Street y Greg Smith.

«Ese siempre es el riesgo que te corres con un tipo como este», dijo Beane. «Realmente las cosas llegaron a su punto en Colorado. Es un gran sitio para que él juegue, y sus habilidades van de la mano con ese estadio. Es un caso de un tipo que floreció y se desarrolló por sí mismo. No creo que haya ninguna duda sobre su talento».

Un gran prospecto que ha sido cambiado par de veces a los 23 años es propenso a experimentar momentos de duda sobre sí mismo, y González no estuvo inmune a eso. Se sentía confundido, desorientado y un poco solo a su llegada, tanto a Oakland como a Denver.

«Uno no sabe cómo le va a ir con una nueva organización», dijo González. «Uno no conoce a nadie. Había mucha gente a mi alrededor que yo no podía reconocer».

Muchas carreras exitosas tienen puntos de cambio, y dos desarrollos son generalmente citados en el recuento del ascenso al estrellato de González. El ex coach de bateo de los Rockies, Don Baylor, ajustó la posición de la mano de González en su primer entrenamiento primaveral juntos, y el cambio resultó en un swing más suave y más libre.

González también se relajó a finales de la temporada regular 2009, cuando el manager de Colorado, Jim Tracy, le aseguró que su aprendizaje en las ligas menores había concluido sin importar como luciera con el equipo grande.

Todo se juntó para González en la Serie Divisional del 2009, cuando consiguió 10 hits en 17 turnos para un impresionante promedio de .588 contra los Filis. Luego de la temporada, González se hizo un tatuaje en su brazo izquierdo con la palabra «Faith» (Fe en inglés), como recordatorio de la importancia de mantener su fortaleza interna durante los momentos difíciles.

Las prioridades en orden

Incluso con la seguridad que brindan $80 millones, González se aferra a las lecciones que aprendió creciendo en la ciudad de Maracaibo, en Venezuela. Su madre, Lucila, trabajaba en la industria de seguros, y su padre, Euro, ayudaba a pagar las cuentas de la casa como mecánico de autos, y ellos le enseñaron que las cosas valiosas se consiguen mediante el compromiso y las largas horas de trabajo.

Incluso, a pesar que la nueva fortuna de González le permite hacerse cargo de su familia en su país, Euro se sigue levantando a las 4 o 5 de la mañana cada día para ir a su trabajo.

La tendencia natural del hijo a aspirar a lo más alto es aparente cuando se habla de cuáles fueron sus ídolos. El ex lanzador de grandes ligas Wilson Álvarez y el campocorto miembro del Salón de la Fama Luis Aparicio son nativos de Maracaibo, y Venezuela ha producido una constelación de estrellas -desde Andrés Galarraga a Bobby Abreu a Magglio Ordóñez-.

Pero desde el momento que González comenzó a abanicar el bate, él aspiraba a convertirse en el próximo Ken Griffey Jr. Utilizó el No. 24 en su juventud, imitando el modo de batear de Griffey hacia arriba, y le dio instrucciones precisas a su madre de que lo alertara cuando viera a los Marineros de Seattle por la TV.

«Esa era la única razón por la que yo veía los juegos -el ver a Griffey batear-», dijo González. «Él tenía el swing más dulce del beisbol».

Los ojos de González bailan cuando recuerdan su primer encuentro con su héroe. Él jugaba para Oakland, bateando detrás de Frank Thomas en la alineación, cuando de momento se encontró a si mismo intercambiando abrazos y estrechones de mano con Griffey detrás de la jaula de bateo.

La mirada de sorpresa en la cara de González era igual al sentimiento que experimentó a finales de la temporada pasada, cuando Pujols lo invitó a él y a varios de sus compañeros a un compartir en su casa durante una serie entre Rockies-Cardenales en San Luis. Para sorpresa de González, Pujols le llegó a pedir un autógrafo.

«Ahora entiendo cómo se sienten los niños cuando nos ven caminar y nos siguen», dijo González. «Siempre necesitamos respetar esa parte del juego, respetar a los fanáticos y a los niños. Quizás haya un futuro pelotero de grandes ligas en las gradas, y uno no quiere arruinar esa mentalidad. Cuando a uno le gusta el béisbol y adora un jugador, uno no quiere verle su lado oscuro».

El carisma de González, su apodo contagioso y su naturaleza gregaria lo hacen un fenómeno potencial para el mercadeo. Su inglés es impecable, y a juzgar por sus esfuerzos comerciales, tiene un buen toque para ello.

Apareció en un comercial de Taco Bell que salió al aire durante los partidos de los Rockies la temporada pasada, y ahora es portavoz de Gillette. González aparece junto al antesalista de Tampa Bay, Evan Longoria, el mariscal de campo de los Atlanta Falcons, Matt Ryan, y otras estrellas jóvenes como parte de la campaña «Young Guns» de la compañía.

Pero la exposición en TV y su brillante auto no pueden oscurecer el enfoque de González en el béisbol como su prioridad número uno. Él necesita probar algo a los escépticos que miran a su OPS como visitante de .775 la pasada temporada y se preguntan si él es otra creación del Coors Field.

González tiene además 81 bases por bolas y 286 ponches en las mayores, y esa proporción está destinada a mejorar a medida que desarrolle más paciencia y los contrarios comiencen a dejar de lanzarle por miedo a las repercusiones.

Aun así, el talento de González es tan natural que siempre tendrá que lidiar con la percepción que el béisbol es algo fácil para él.

«Cuando lo miraba recoger pelotas en los jardines, mi primer impresión fue: ‘Está siendo un poco arrogante”, dijo el primera base de los Rockies, Todd Helton. «Pero es que su gracia es natural. No es su culpa que haga parecer fácil el atrapar las pelotas. Me tomó un poco de tiempo darme cuenta de eso. Ahora lo miro y -¡boom!- hay una pelota que va a caer donde nadie la puede atrapar, y hasta allá llega él. Nunca se quita. No baja su intensidad. Siempre juega a toda velocidad”.

A González no le molesta acercarse a los veteranos de Colorado para buscar consejos sobre cómo mejorar su juego. Si no está conversando con Helton, es posible que esté junto al primera base sustituto, Jason Giambi, acosándolo con preguntas.

«Es un estudioso del juego», dijo Giambi. «Él vendría donde mí a preguntarme, ‘¿cómo me va a lanzar este tipo hoy?’ Todo el mundo ve el talento y piensa que él solo tira el bate y las pelotas salen volando. Pero él realmente quiere ser bueno. Realmente quiere ser una superestrella».

Los Rockies, que vienen de terminar terceros en el 2010, necesitan mejorar algunas cosas para ser contendores al cetro divisional en el Oeste de la Nacional. Luego de tener record de 40-57 en los últimos cuatro meses de abril, ellos no pueden dares el lujo de dormirse en sus laureles en el primer mes nuevamente. Y Jorge De La Rosa, Jhoulys Chacín y Jason Hammel esperan lucir bien detrás del as Ubaldo Jiménez en la rotación.

Pero en última instancia, los Rockies irán tan lejos como vayan CarGo y Tulo.

«Uno siempre aprende algo nuevo en este juego», dijo González. «Por eso es que todo el mundo va a la escuela a estudiar. Esta es una escuela para mí, y yo vengo aquí a aprender todos los días y a mejorar»,

El año pasado, González pasó de ser un talento cotizado a una superestrella y candidato al JMV. Esta temporada, ¿quién sabe lo que pueda lograr? La Escuela de las Rocas entra oficialmente en sesión.

Por: Jerry Crasnick/Espn

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